lunes, 28 de marzo de 2016

La mujer del Centro Cultural Ruso de Kabul, de Shamsia Hassani

Fernando Vidal
Twitter: @fervidal31


Hassani, Shamsia (2010) La mujer del Centro Cultural Ruso. Graffiti. Kabul.

Estamos quizás ante la obra más emblemática de la primera etapa artística de la joven profesora Shamsia Hassani. Lamentablemente, según atestigua la propia autora, ha sido destruida (Sims, 2015). Fue la primera intervención que acometió en la ciudad de Kabul. El miedo a pintar en las calles ante el acoso de los grupo de hombres islámicos, le condujo a buscar un lugar apartado de la vista de los peatones. Como las mujeres que quiere defender, también ella tuvo que refugiarse en un interior para poder crear. La propia forma de concebir la obra testimoniaba aquello que quería criticar: cómo la mujer es confinada en los interiores carcelarios de los hogares y los burkas sobre su propio cuerpo. Los talibanes consideraban que una mujer no debe estar sola en público, menos aún desempeñar ningún papel que no sea doméstico y todavía menos ser pintora. Si además va a pintar una denuncia contra el islamismo radical que oprime a las mujeres, es comprensible que Hassani considerara que podrían matarla si la veían ejecutando la obra. Ese temor es el que le lleva a que sus graffitis sean obras sencillas de rápida ejecución, para no ser descubierta.

El Centro Cultural Ruso -cuya imagen acompaña este texto- es un edificio abandonado y ruinoso que albergó la actividad central de la Federación Rusa en Kabul. El edificio fue lugar táctico de la guerrilla urbana y está minado. Pero además, se convirtió en un refugio de decenas de afganos que compraban y se inyectaban heroína (lo fotografió Antonio Olmos para The Guardian en 2008). Apartado de las rutas ordinarias y seguras de la gente de Kabul, Hassani logró ocultarse a los talibanes pero se expuso también a tener un desagradable encuentro con otras fuentes de peligro.

El graffiti fue pintado en una de las escaleras interiores del centro. La pared contra la que se eleva la escalera muestra dramáticamente los orificios de la guerra. En el suelo, los restos de los bombardeos todavía no han sido recogidos por nadie. En ese lugar de desolación espera una mujer. El color azul de su indumentaria proporciona un primer impacto de sorpresa. El color, aunque sea el de un burka afgano, echa un caldero de vida sobre un rincón destruido y depresivo. Incluso encarcelada dentro de ese burka, la mujer se convierte en una fuerza creativa que redime el lugar y convoca a convertirlo en algo que vaya más allá de la memoria de destrucción. Cambia la prioridad y enfoque: de la guerra a la creación colorida y vibrante femenina. Parece que el azul celeste fuera a quebrar el muro junto al que espera (Sadar, 2014).

El graffiti está originalmente concebido: pinta a la mujer de tal modo que parece estar sentada en el tercer peldaño de las escaleras. Sobre la pared una figura alambicada de iconografía islámica sale bajo sus pies y se eleva como el humo de una hoguera. En blanco perfilado con contorno negro, escribe los versos de un poema:

"Aunque la corriente llegue a convertirse en río otra vez,
los peces habrán todos muerto,
no hay retorno para los que partieron".

El poema nos marca qué espera la mujer. O más bien qué no puede esperar. Está sentada esperando a todos aquellos que partieron por la guerra y a los que partieron para nunca más vivir, víctimas o victimarios de la violencia brutal y prolongada que asoló el país. La mujer bajo el burka tiene ladeada la cabeza y parece vernos mientras la contemplamos. Ella sigue sin moverse, con las manos parece que bajo las rodillas. Los contornos insinúan los brazos y piernas y el enrejado de los ojos parece cubierto internamente de modo que está prácticamente ciega. Su presencia podría parecer otro agujero más en la pared.

¿Es el cuerpo emburkado de la mujer un agujero de metralla en esa pared de la cuidad mártir de Kabul? Echarse encima un burka es como hacer del cuerpo un agujero; es, indudablemente, echar el cuerpo a un agujero. Es incluso más agobiante que los orificios de metralla del muro: a través de aquéllos se ve el cielo de Kabul y tras el burka de la mujer afgana no se ve nada.

Pero Shamsia tiene un profundo sentido de esperanza. Tras, bajo, dentro del Burka hay una mujer cuya energía rebosa y vence el escepticismo o la desesperanza de quien la contemple. Con su fuerza cotidiana sacando adelante a los suyos, sabe que un día esa corriente ordinaria acabará haciendo que el río de la vida vuelva a correr por las calles de Kabul y que se lleve los escombros y lave las sangres resecas. Pero sabe también que los peces que murieron boqueando tras las balas y atentados, por las palizas de sus maridos y ejecuciones talibanes, no retornarán. Resucitará el río pero no sus peces. Por la escalera en la que está sentada no volverán a bajar los que subieron más allá de la muerte. No obstante, la mujer afgana permanece esperando, incluso aunque los idos no vuelvan, con una esperanza inquebrantable más allá de la razón de los escombros. Como sostiene Hassani, "el arte es más fuerte que la guerra" (Pollman, 2013). 

Referencias:

  • Olmos, Antonio (2008) Last Exit to Kabul. The Guardian (May 25, 2008). http://www.theguardian.com/theobserver/gallery/2008/may/25/afghanistan.heroin 
  • Sims, George (2015) Shamsia Hassani. The Commission Magazine (July 6, 2015). http://www.thecommissionmagazine.com/shamsia-hassani/
  • Sadar, Pina (2014) Women raise their voices on the walls of Afghanistan. MintPress News (May 1, 2014). http://www.mintpressnews.com/women-raise-voices-walls-afghanistan/189913/
  • Pollman, Lisa (2013) Art is stronger than war. Art Radar (July 19, 2013). http://artradarjournal.com/2013/07/19/art-is-stronger-than-war-afghanistans-first-female-street-artist-speaks-out/

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