Fernando Vidal
Esta es la historia de un roble contemporáneo de
Carlomagno -su edad oscila entre los 800 y 1200 años de antigüedad-. En 1669 dentro de un roble de 18 metros de altura y 16 metros de ancho se
habilitó una pequeña capilla -llamada Notre Dame de la Paix- y una cámara adjunta, la
Chambre de l’Ermite –Cuarto del Ermitaño-,
llamada primero Chapelle du Calvaire. Juntas, componen la que se conoce
como la Chêne Chapelle –Capilla del Roble-. Esto sucede en una pequeña aldea
(Allouville-Bellefosse) de la Alta Normandía de Francia. Como el roble a través
de los siglos, la capilla también ha sobrevivido a Luis XIV, la Revolución
Francesa, Napoleón, la Comuna, la Primera Guerra Mundial, la invasión nazi y el
Mayo del 68.
En
la última década del siglo XVII el roble, muy querido por el pueblo, había sido
aniquilado por un rayo caído justo en el centro de su tronco. Aunque la vida
seguía en distintas partes del árbol –hasta la actualidad-, su corazón
desfalleció. Sumida Francia en medio de la desesperante hambruna que mató a dos
millones de franceses, la desgracia fue recibida como un pésimo augurio por los
vecinos de la comarca. Ante tal desgracia y como el árbol estaba anexo al atrio
de la iglesia del pueblo, el a la vez párroco y abad del convento, el padre
abad Du Détroit, propuso para elevar el espíritu y la esperanza, erigir en el
interior del ancho árbol una capilla en honor a Santa María de la Paz, que fue
bendecida en 1696. El oratorio tiene dos metros de altura, dos de largo y uno
de ancho (2,28 x 1,75 x 1,17). Protegió las grietas del árbol cubriéndolas con
tejas y elevó un pequeño campanario coronado por una cruz de hierro. Del cuerpo
muerto de la más antigua criatura de Francia surge una nueva planta en forma de
capilla con una torre coronada por la cruz, el Árbol del que colgó la Salvación
del Mundo.
La
Cámara del Ermitaño es una celda para un eremita, quien encuentra en ese
pequeño cuarto un muy humilde catre. El primer eremita instalado fue un amigo
del padre de Detroit, el poeta De Hoop, quien se fue a vivir allí en 1710.
La
paz llegó y las violencias volvieron con la marea que traen y llevan las
décadas. Con los duros vientos de la Revolución Francesa, una turba llegó a la
aldea cargada de antorchas para calcinar el árbol y la capilla, que
consideraban símbolo de la Iglesia y el irracionalismo. La muchedumbre fue
calmada cuando se encontraron que el maestro del pueblo –Jean Baptiste
Bonheure- había colgado un cartel en el que rebautizó el nombre de la capilla
como Templo de la Razón. La Revolución amainó y el pueblo volvió a celebrar su
peregrinaje anual a Nuestra Señora de la Paz cada 15 de agosto, fiesta de la
Asunción. Hoy en día es el árbol más antiguo de Francia.
En
el siglo XIX, el árbol sufre una restauración para protegerlo. Se cubre gran
parte de su corteza con escamas de roble y se instaló una escalera de caracol
alrededor del tronco para facilitar el acceso sin dañar tanto el interior del
tronco. En 1912 otro rayo amputó la mitad del árbol y desde entonces es objeto
de un cuidadoso mantenimiento. En 1932 fue declarado monumento histórico y en
1988, se reforzó con una estructura de acero. Cerca de sesenta mil persona
visitan la Chene Chapel cada año.
¿Por qué creó esta capilla el padre Du Detroit?
¿Por qué creó esta capilla el padre Du Detroit?
¿Qué
sintió el padre Du Detroit, amigo de robles y poetas, cuando erigió esta
capilla dentro del roble del pueblo que había nacido en los acantilados del año
mil? ¿Qué sintió el poeta De Hoop cuando habitó aquel eremitorio en el costado
interior del roble? El padre Du Detroit no pudo no sentir que desde las
entrañas de la naturaleza se paría la Iglesia como culminación de la Creación y
que elevaba su rostro al cielo cuando la campana volteaba en aquella torre.
Donde no llegaba más la finitud de la vida del roble, emergía la Iglesia su
mano extendida al cielo buscando la misma nube a la que sostenerse que
siguieron los israelitas a lo largo de su desierto del Éxodo.
El
padre Du Detroit no pudo no pensar que aquella cámara no la abría sólo dentro
de un roble sino dentro de la madera más dura de la cruz donde murió la vela
sin paño del bajel de nuestra Redención. Aquella capilla se abrigaba en el
propio corazón del árbol de la cruz y el poeta se albergó en la cámara que la
lanza que abrió la herida del costado de Cristo horadó en el propio madero de
la cruz. No pudo no sentir el poeta que sus palabras eran agua entrecruzada con
la sangre de Cristo y la savia del universo en una trenza de triple cauce, un
río que limpia y abre en el tronco del que cuelga el Universo el curso por el
que late el amor.
Tampoco
es concebible que el padre Du Detroit no haya pensado que toda iglesia es
techado sobre la cruz, en pie o tumbada, una ligera y piadosa piel de piedra,
vidrio, madera y hierro, túnica sagrada tendida sobre el cuerpo resucitado que
hace que en aquél árbol amanezcan nuevos brotes. No pudo no sentir que de su
iglesia brotaban nuevas ramas y hoja verdes, que su templo daba fruto para la
gente, daba sombra al cansado y tendía sus brazos para que los niños colgaran
sus columpios para jugar; la iglesia, roble en el que esconder el alma del Sol
cegador, lugar donde posar la propia casa y donde el caminante puede apoyarse a
descansar. La Iglesia florecía con ese poema que Detroit y Hoop soñaron en
medio de la plaza de su aldea y que los siglos se empeñarían en sostener como
mensaje para la posteridad.
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