domingo, 3 de abril de 2016

Chêne Chapelle, del padre Du Detroit

Fernando Vidal
Twitter @fervidal31


Esta es la historia de un roble contemporáneo de Carlomagno -su edad oscila entre los 800 y 1200 años de antigüedad-. En 1669 dentro de un roble de 18 metros de altura y 16 metros de ancho se habilitó una pequeña capilla -llamada Notre Dame de la Paix- y una cámara adjunta, la Chambre de l’Ermite –Cuarto del Ermitaño-,  llamada primero Chapelle du Calvaire. Juntas, componen la que se conoce como la Chêne Chapelle –Capilla del Roble-. Esto sucede en una pequeña aldea (Allouville-Bellefosse) de la Alta Normandía de Francia. Como el roble a través de los siglos, la capilla también ha sobrevivido a Luis XIV, la Revolución Francesa, Napoleón, la Comuna, la Primera Guerra Mundial, la invasión nazi y el Mayo del 68.

En la última década del siglo XVII el roble, muy querido por el pueblo, había sido aniquilado por un rayo caído justo en el centro de su tronco. Aunque la vida seguía en distintas partes del árbol –hasta la actualidad-, su corazón desfalleció. Sumida Francia en medio de la desesperante hambruna que mató a dos millones de franceses, la desgracia fue recibida como un pésimo augurio por los vecinos de la comarca. Ante tal desgracia y como el árbol estaba anexo al atrio de la iglesia del pueblo, el a la vez párroco y abad del convento, el padre abad Du Détroit, propuso para elevar el espíritu y la esperanza, erigir en el interior del ancho árbol una capilla en honor a Santa María de la Paz, que fue bendecida en 1696. El oratorio tiene dos metros de altura, dos de largo y uno de ancho (2,28 x 1,75 x 1,17). Protegió las grietas del árbol cubriéndolas con tejas y elevó un pequeño campanario coronado por una cruz de hierro. Del cuerpo muerto de la más antigua criatura de Francia surge una nueva planta en forma de capilla con una torre coronada por la cruz, el Árbol del que colgó la Salvación del Mundo.

La Cámara del Ermitaño es una celda para un eremita, quien encuentra en ese pequeño cuarto un muy humilde catre. El primer eremita instalado fue un amigo del padre de Detroit, el poeta De Hoop, quien se fue a vivir allí en 1710.

La paz llegó y las violencias volvieron con la marea que traen y llevan las décadas. Con los duros vientos de la Revolución Francesa, una turba llegó a la aldea cargada de antorchas para calcinar el árbol y la capilla, que consideraban símbolo de la Iglesia y el irracionalismo. La muchedumbre fue calmada cuando se encontraron que el maestro del pueblo –Jean Baptiste Bonheure- había colgado un cartel en el que rebautizó el nombre de la capilla como Templo de la Razón. La Revolución amainó y el pueblo volvió a celebrar su peregrinaje anual a Nuestra Señora de la Paz cada 15 de agosto, fiesta de la Asunción. Hoy en día es el árbol más antiguo de Francia.


En el siglo XIX, el árbol sufre una restauración para protegerlo. Se cubre gran parte de su corteza con escamas de roble y se instaló una escalera de caracol alrededor del tronco para facilitar el acceso sin dañar tanto el interior del tronco. En 1912 otro rayo amputó la mitad del árbol y desde entonces es objeto de un cuidadoso mantenimiento. En 1932 fue declarado monumento histórico y en 1988, se reforzó con una estructura de acero. Cerca de sesenta mil persona visitan la Chene Chapel cada año.

¿Por qué creó esta capilla el padre Du Detroit?

¿Qué sintió el padre Du Detroit, amigo de robles y poetas, cuando erigió esta capilla dentro del roble del pueblo que había nacido en los acantilados del año mil? ¿Qué sintió el poeta De Hoop cuando habitó aquel eremitorio en el costado interior del roble? El padre Du Detroit no pudo no sentir que desde las entrañas de la naturaleza se paría la Iglesia como culminación de la Creación y que elevaba su rostro al cielo cuando la campana volteaba en aquella torre. Donde no llegaba más la finitud de la vida del roble, emergía la Iglesia su mano extendida al cielo buscando la misma nube a la que sostenerse que siguieron los israelitas a lo largo de su desierto del Éxodo.

El padre Du Detroit no pudo no pensar que aquella cámara no la abría sólo dentro de un roble sino dentro de la madera más dura de la cruz donde murió la vela sin paño del bajel de nuestra Redención. Aquella capilla se abrigaba en el propio corazón del árbol de la cruz y el poeta se albergó en la cámara que la lanza que abrió la herida del costado de Cristo horadó en el propio madero de la cruz. No pudo no sentir el poeta que sus palabras eran agua entrecruzada con la sangre de Cristo y la savia del universo en una trenza de triple cauce, un río que limpia y abre en el tronco del que cuelga el Universo el curso por el que late el amor.


Tampoco es concebible que el padre Du Detroit no haya pensado que toda iglesia es techado sobre la cruz, en pie o tumbada, una ligera y piadosa piel de piedra, vidrio, madera y hierro, túnica sagrada tendida sobre el cuerpo resucitado que hace que en aquél árbol amanezcan nuevos brotes. No pudo no sentir que de su iglesia brotaban nuevas ramas y hoja verdes, que su templo daba fruto para la gente, daba sombra al cansado y tendía sus brazos para que los niños colgaran sus columpios para jugar; la iglesia, roble en el que esconder el alma del Sol cegador, lugar donde posar la propia casa y donde el caminante puede apoyarse a descansar. La Iglesia florecía con ese poema que Detroit y Hoop soñaron en medio de la plaza de su aldea y que los siglos se empeñarían en sostener como mensaje para la posteridad.

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