viernes, 1 de abril de 2016

La colección Soundsuits de Nick Cave

Fernando Vidal
Twitter: @fervidal31


Nick Cave reside permanentemente en Chicago, desde donde se ha hecho célebre por su trabajo de 2004, Soundsuits, para el cual ha creado ropajes que nos recuerdan al mundo nativo africano. De hecho, Cave explora las raíces de la Negritud en estas nuevas formas de indumentaria y las pone en diálogo con la diáspora africana del siglo 21. Las obras de Soundsuits son como si una tribu hiciera sus vestimentas rituales con materiales actuales. Nos reviste a la gente con trajes ensoñados, pero en realidad es como si nos desnudara mostrándonos nuestro cuerpo cultural interior. Pone de manifiesto que entre aquellas tribus antiguas, las tribus que actualmente sobreviven a la gran extinción de las culturas y nosotros modernos, no hay distancia sino tan sólo modos. En 2004 lo presentó por primera vez en el Holter Museum of Art de Helena (Montana) y en 2006 alcanzó resonancia global al exponerlos en el Chicago Cultural Center. En Chicago la performance implicó a tres compañías de danza que interpretaron los bailes vestidos con 120 trajes diferentes.

Cave relata que la primera idea que dio origen a su proyecto artístico se remonta a 1991, cuando estaba reflexionando sobre los dramáticos sucesos que desataron en Los Ángeles una revuelta popular provocada por la difusión de una grabación en la que la policía se ensañaba golpeando injustificadamente a un afroamericano llamado Rodney King. Esto conectaba con las propias experiencias de la infancia de Cave, en la que tantas veces sintió el deseo de esconderse. Su familiaridad con la costura le facilitaba disfrazarse con imaginativas formas que le permitían adoptar otra personalidad que ocultaba quién era y hacía misterioso quién podría ser. Mientras Cave pensaba sobre esto, tenía una ramita en las manos y se le ocurrió que si Rodney King estuviera disfrazado no se sabría su color de piel y, por tanto, ese racismo desaparecería. Un simple traje, no muy complicado, sería suficiente para hacer invisible la raza a los ojos de quienes le dan tanta importancia. Disfrazarse con cualquier cosa como –y entonces se dio cuenta de la rama que movía- por ejemplo una ramita como la que tenía entre sus manos. Pensó que se podría cubrir de ramitas y formar con ellas una gran capa pluvial como las que antaño llevaba el mundo agrario. Con esa idea bullendo en su cabeza, creó su primer traje, una gran capa de ramitas. Al probarlo y moverse, las ramitas crujían difundiendo un sonido atávico, primario y de ahí nació el término “soundsuit”, traje que suena. Era un modo de protesta y de hacer elevar desde las raíces, desde lo más primario y simple, una protesta. Para que haya sonido hay que moverse” y Cave trataba de generar el suficiente movimiento como para que el ruido de la igualdad llegara a las conciencias.

Cuando Nick Cave relata el origen de esta línea creativa Soundsuits (consultar el anterior comentario al respecto), revela que la primera clave para comprender su arte vestimental es el disfraz. Cave recrea la filosofía carnavalesca del disfraz y el colorido dispuesto a excitar la vista, la carne y a crear un cuerpo social donde no se distinguen límites ni las identidades convencionales. Y lo hace trayendo a su estudio tejedor las figuras ancestrales, para afirmar que todos los hombres somos iguales en nuestra afiliación a un pasado único común, donde los disfraces no diferenciaban sino que todos formaban parte de un sistema unitario que no hacían sino celebrar, advertir, narrar y redimir una única condición humana. Hay algo de Carnaval, pero no principalmente: es una propuesta más global y humanista.
 
Cave busca sus disfraces en los desechos, en lo residual, marginal y clasificado como inútil o estigmatizado por su estética obsoleta. Y con ellos compone ese sistema de figuras rituales, quizás indicando que también ese patrimonio indígena de la humanidad está en los márgenes de la Historia, es objeto de anticuario, realidad en peligro de extinción. Hay una reivindicación de los orígenes y de lo nativo en su obra. En efecto, no son disfraces cualquiera ni sus vestimentas violan los cánones sino que son una reivindicación del patrimonio universal. Su obra, lejos de ser una apología de la divergencia es una propuesta universalista.

En la concepción de Cave, es importante que “las categorías sexo, raza o clase se esconden dentro del traje” y el sujeto debe ser comprendido desde su condición de humano. También hay diferencia: su función, su danza, su traje, su vida. Los trajes de Cave hablan del oficio de cada cual, de su vida, de su trayectoria, de su vocación. En una entrevista (http://beautifuldecay.com/2009/01/12/nick-cave/) realizada en enero de 2009, declara que sus creaciones son “como una armadura que protege tu identidad, permitiéndote esconderte de tu exterior”. En efecto, Cave defiende la identidad de cada cual en un doble movimiento: la esconde tras un traje ritual y la re-presenta en la escena pública desprovista de los rasgos de clasificación política y revestida de singularidad y a la vez función pública –tal pública como la del chamán, el sacerdote, el loco, el mito en la tribu-.

Su intervención artística recoge la tradición y la recrea. Cave dedica mucho tiempo a la investigación etnográfica, tal como lo explica: “Parto de una base formada por la performance y la pasión por el textil. Empleo un montón de tiempo estudiando los trajes africanos y haitianos. Los museos de Historia Natural son también una inspiración. Examino los objetos y su funcionalidad en comparación con su arte, viendo la dualidad en ambos. El papel de mi trabajo es navegar entre sendos mundos de la función y el arte”. También investiga en las tiendas de segunda mano, en los mercadillos de objetos desechados, en espacios de reciclaje buscando texturas e iconos seriados. Redime esos objetos como redime los ritos de esta tribu olvidada, extinguida o escondida que forman todas las figuras de su obra. Y no los salva haciendo historicismo –como Yinka Shonibare- sino actualizando creativamente la tradición, buscando los nuevos significados que tiene en nuestra época pronunciar las palabras de origen, las palabras de siempre. Cave dice que “cuando se saca a los objetos fuera de contexto, puedes encontrar significados distintos” y esa investigación forma parte de su proyecto: una nueva piel tan distinta para cada uno que no hace sino afirmar sonoramente que todos somos igual de humanos.

Explora fenómenos como la ceremonia, el ritual, la identidad y el mito, vinculándose a las diversas tradiciones y referencias históricas que van desde los fetiches africanos hasta la danza Butoh del Japón, pero su trabajo no es restauracionista sino que más bien apunta a la hibridación, a casar lo universal con lo local. Cree que “para hacer avanzar el mundo en la dirección que pide cambios y adaptaciones es necesario crear nuevos híbridos”.

Su intento de salvar las tribus perdidas –haciendo su proyecto de salvación de esa tribu perdida que inventa- no le lleva a un mundo antiguo ni lejano sino que las encuentra en los fondos de la propia metrópoli, conviviendo con todos nosotros. No está escondida sino que quizás está bajo la identidad estandarizadora con que la sociedad fácilmente estigmatiza a la gente común. Es una dinámica interesante la de Cave: desnuda y reviste a la vez. Desnuda del prejuicio escondiendo las apariencias –raza, sexo, edad- y reviste de un traje –pesado, recargado, sobreactuado- que permite que emerja la singularidad real de cada uno. A través de lo ritual, que ha sido asociado a lo estructural, a la abolición de lo individual para disolverlo en lo colectivo, pero que Cave mira como fenómeno de lo universal y único a la vez.

Su obra, de hecho, no nos dirige a culturas atávicas o exóticas sino a la propia comunidad y barrio. Cave desarrolla su trabajo “junto con un proyecto comunitario, compañías de danza y realizando actividades con colegios públicos. Ahí es donde me veo como un humanista que usa su arte como un medio para el cambio.” De ahí que la representación de lo que él llama “trajes ceremoniales” no se produzca principalmente en museos o galerías sino que se hace mediante performances, intervenciones que transforman un espacio convirtiéndolo en un nuevo mundo imaginario, alterado. Por ello con lo que él denomina “invasiones” busca la sorpresa haciéndose presente sin aviso en espacios públicos donde crea extrañeza, como si estuviéramos siendo “invadidos” por una tribu imposible que pide que hagamos de la ciudadela de nuestra conciencia ciudad abierta. Comienzan generando esos cambios en la propia persona que los viste. Esos mismos trajes ceremoniales “crean –en su experiencia- un mundo propio cuando te los pones”. Cave confiesa que la clave que explica esta línea de su obra es “la voluntad de desplazarse y entregarse a otro modo de ser, otro modo de existir y conciencia”.


De esta colección forman parte trajes como Soundsuit #1 o Flower Soundsuit.

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