Fernando Vidal
Twitter @fervidal31
Jacek
Yerka. Amok Harvest.
No
sólo comimos del manzano de la sabiduría sino que instalamos nuestra casa en él
como una guarida de la infancia perdida a la que no podemos retornar. La
manzana mordida del Paraíso es el momento en que salimos de la infancia porque
aprehendemos la existencia de la muerte. La serpiente de la muerte, siempre
inesperada entre la maleza, nos hace probar su sabor y saber de ella. En ese
momento sentimos la vergüenza, perdemos el ángel y se cierran las puertas de
los años de oro de la infancia, donde todas las criaturas eran pacíficas, el
leopardo dormía al lado del cordero y tú todavía no sabías que él era fiera.
En
la infancia todos tenían el color solar del trigo, todo era una cosecha cargada
bajo la que no se deslizaba ninguna guadaña. Las verjas doradas del trigo
protegían la granja de la inocencia.
Cuando
supimos de la muerte por la mordida de la manzana nos subimos a ese mismo árbol
de miedo, nos sumergimos en su fronda y clavamos en su profundidad los maderos
de la niñez perdida. O quizás las semillas de esa manzana caída se colaron por
los tablones pueriles, germinaron, elevaron la casa dorada sobre su musculatura
abisinia y ocuparon su interior. Se detuvo el tiempo, se paralizó todo un
mundo, se paró la muerte más allá del valle, que fue cerrado por un ángel de
fuego, la memoria quemó el velo de sus libros y ya sólo vagan por sus praderas
la sombra de las nubes de los sueños. Alguna música quedó cantada a medias, un
gato espera aún que le persigan, un pozo sigue esperando monedas. Las
guitarras, contrabajos y mandolinas con las que la infancia cosechaba duermen
escondidas tras las vallas, lejos de la mirada de las hoces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario